martes, 25 de junio de 2013

Instrucciones para escuchar música de Debussy

Nota: La idea del formato del texto no es original, sino que es tomada del gran Julio Cortázar.

En primer lugar, nunca va mal recordar que se debe disponer de algún medio externo a uno mediante el cual escucharlo - sea en directo o una grabación -, siempre y cuando no se sea el mismo Claude Debussy en persona y se pueda, por tanto, escuchar a su sesera propia de uno mismo en el proceso creativo. En este último caso, se recomiendo armarse de paciencia e imaginación, pues pasará un cierto intervalo de tiempo y número de notas cambiadas hasta poder escuchar la versión definitiva de la obra.
Una vez hecho ese insignificante recordatorio, ya podemos comenzar realmente a escuchar la música. Conciba un ave. No se la imagine, concíbala en su cabeza. Si detesta los pájaros, conciba cualquier otro animal que no deteste y plántele unas alas en concordancia al tamaño y solidez del animal concebido en su espalda. Hágalo de origami. Ahora sea eso que acaba de concebir. Revolotee entre ramas y haces de luz, esquive imaginarios remolinos de espíritus, del blanco invisible al negro invisible, pasando por toda la escala de grises invisibles. Piule en francés, por más ajeno a su propio pico que le haga sentirse. Aceche después desde detrás de un nudo en la madera. Aceche a esos seres tan maravillosos y enigmáticos que son las flores. Si no ha visto usted antes ningún cuadro de Monet, no lo recuerde, simplemente intente imaginárselo.
Sobrevuele a vista de pájaro (o del animal que ha escogido y dotado de alas) un paisaje magnánimo, realice piruetas e intente perturbar el viento de forma que éste imprima lo que era su rostro sobre la superficie terciohierbada o arboluda. Obsérvese y sonría al reconocerse impropio. Súrquese y aproveche la contraimprenta de la flora hacia el espacio del que ha sido desplazada para elevarse hacia el cielo. Atraviese dicho manto con textura de golpe de timbal y explosión de platos y con sabor a cambio de tono (modalmente hablando, nunca olvidemos lo extremadamente educados y protocolarios que son los franceses). Una vez en la otra parte, descubra que ha entrado al mar por su fondo mismo. Pero se trata del mar de otro lugar del universo y por tanto el propio concepto de mar es diferente del que aquí pensamos que es el único. Puede que sea incluso totalmente opuesto al concepto que en dicho lugar se tiene de océano. Para entender cuan diferentes son todos los conceptos en el nuevo mundo, olisquee el recuerdo de flores y note cómo sus pulmones no se llenan de agua, sino de óleo, y cómo usted, lejos de quedarse sin posibilidad de respirar, lo hace de una forma más fluida pero viscosa a la vez.
Observe cómo se contonean los elefantes y las zebras en ese mar conceptualmente diferente al nuestro – en el caso en que “diferente” no difiriera también de lo que nosotros entendemos -. Y como elefantes y zebras no serían elefantes y zebras, sino quizá zebras y elefantes o hebras y celofanes. No serían un par de cosas o seres concretos, sino que irían modulándose en el tiempo. O quizá en este lugar lo que avanza es el espacio, mientras que el tiempo es un ente inerte por el que campamos a nuestras anchas. No podemos saberlo. Debemos esperar a haber pasado el cielo para saberlo. Ahora debe usted impulsarse hacia la superficie o volumen o perímetro o interior del mar. Lo que sea que indique salida o cambio. Y al atravesarlo dispersando todas estas diferencias significativas dejará de existir por un leve intervalo de tiempo u espacio, para dejar pasar a otra realidad diferente.
Siga mudándose de lugar, de alas y de entendimientos hasta que crea que ha tenido suficiente. Entonces, márchese o pare la música de alguna forma. En el caso de ser el propio Claude Debussy en persona, me temo que seguirá divagando indefinidamente, así que acostúmbrese y tómese alguna pastilla para evitar o paliar el mareo. En el resto de casos, vuelva usted a la realidad, sacúdase las plumas y descubra la naturalidad, solidez, coherencia y definición del mundo que le rodea. Silbe alguna de las melodías de elefantes o celofanes para ver cómo todo adquiere una maleabilidad suficientemente alta como para romper ese equilibrio de rocas, volcanes, placas tectónicas, evolución y ciclos del agua y sonría al recordar lo mal que ha imitado el piular de un pájaro en francés, olvidando todo lo anterior.